Es un tópico eso de que cuando se lee a los clásicos siempre se descubre
algo nuevo. Si tuviera que releer obras de Shakespeare no empezaría desde luego
por Romeo y Julieta pero el caso es que por exigencias del guión he tenido que
hacerlo. De entrada, Romeo no me parece un personaje tan majadero como lo recordaba,
y mucho menos en comparación con el Calisto de La Celestina. Calisto necesita
de intermediarios, lloriquea, no muestra ninguna sensibilidad cuando se entera
de que sus criados Pármeno y Sempronio han sido ajusticiados. Calisto solo
atiende a su propia calentura y se muestra, en definitiva, como un personaje banal
y ridículo, quizás hasta pretendidamente ridículo. Sin embargo, Romeo se nos
presenta profundo y sombrío desde el principio (aunque entonces está todavía enamorado
de Rosalina), refugiándose en su soledad, en la noche. Sus compañeros,
Mercutio, se burlan de él pero con un fondo de respeto.
El caso de Romeo es el
de la transformación por el amor. Una transformación que le hace ver a los
demás con ternura, con comprensión. De esta forma, desde su encuentro con
Julieta evita las peleas, manifiesta su amor por sus semejantes que poco antes
fueron enemigos y, en el último momento, cuando hundido por las noticias que le
trae Benvolio decide acabar con su vida adquiriendo un mortal veneno, tiene un
encuentro con el boticario que me parece
una gema escondida dentro de una obra baboseada por el cliché amoroso.
Llega
Romeo en medio de la noche a casa del boticario y comienza: "Recuerdo que
cerca de aquí vive un boticario. Le vi hace poco; vestía harapos; sus cejas muy
pobladas; recogía hierbas. Mísera parecía su persona, pues la miseria le había
consumido hasta los huesos. En su pobre botica colgaba una tortuga, un caimán
disecado y otras pieles de peces de extrañas formas. Y por los estantes podía
verse un escaso surtido de cajas vacías, tarros de tierra verdosos, vejigas,
simientes rancias, trozos de bramante y viejos panes de rosa; todo ellos aquí y
allá para su ostentación; ante tal miseria yo me dije a mí mismo: "si un
hombre tuviera necesidad de algún veneno cuya venta se castiga en las ciudades
con la muerte cierto parece que este miserable lo vendería". Parece como
si Romeo se adentrara furtivamente en La Cañada de Madrid en busca de un chute
definitivo. Lejos de tomar distancia de este ambiente del todo ajeno al retoño
de una de las familias más notables de Verona, lejos de tomar la dosis y echar
a correr, Romeo se detiene y daría la impresión de que mira a los ojos al
boticario, otro desdichado como él, y le habla de tú a tú. Él boticario tiene
miedo porque sabe que la venta de la mercancía se castiga con la muerte.
Transcribo el diálogo por el placer de hacerlo:
APOTHECARY:
Such
mortal drugs I have. But Mantua´s law
is death
to any he that utters them.
ROMEO
Art thou
so bare and full of wretchedness
and
fearest to die? Famine is in thy cheeks.
Need and
opression starveth in the back.
Contempt
and beggary hangs upon thy back.
The
world is not thy friend, nor the world´s law.
The
world affords no law to make thee rich.
Then be
not poor, but break it and take this.
APOTHECARY
My
poverty but not my will consents.
ROMEO
I pay
thy poverty and not thy will.
El boticario se resiste a
venderle el veneno por el peligro en que se pone y Romeo viene a decirle que no
le debe nada al mundo ni a sus leyes que no han pensado en él, que no le
permitirán jamás salir de su miseria, Be not poor, le espeta. No seas pobre por
más tiempo. El boticario se resiste y dice que su voluntad no se lo permite,
pero su pobreza sí. Romeo le dice que le comprará su pobreza y dejará intacta
su voluntad. Me parece un pasaje bellísimo, de gran calado. Casi dan ganas de
dejar que la historia de Romeo prosiga y quedarnos hablando tranquilamente en
el antro del boticario, echando unos vinos, con flamenco de fondo, hablando de
lo mal que está la vida, de los corruptos, de la mierda que es Europa, con su
hipocresía y sus cuentos de la lechera. Sed austeros, nos dice la hija luterana
de un pastor protestante, la Merkel, como la llamamos nosotros. La hijadep(...). En
estos términos nos expresaríamos. Queremos saber más de este boticario que ni siquiera
merece un nombre propio, y nos quedamos pensando ¿Desde cuándo las leyes no piensan en
nosotros? The world is not thy friend, nor the world´s law. Si el pueblo
español supiera inglés, esta sería una frase para el pueblo, sería la primera
exigencia de cambio para cualquier partido que se postulara como adalid del
cambio. Será por eso que el Be not poor resuena en la pícaresca española desde
que los Lázaros patrios tuvieron que sacudirse las hostias del ciego de turno,
trasunto de cualquier jefe, de cualquier miseria y de cualquier época. Bueno,
mejor dejarlo aquí y seguir leyendo a Shakespeare.